AFGANISTAN: UNA GUERRA SIN FIN Gustavo Gonzalez Urdaneta
AFGANISTAN: UNA GUERRA SIN FIN
Gustavo
Gonzalez Urdaneta
Hay
un sentimiento general, fuera de los EE UU, que esta guerra de 16 años recién
cumplidos, no tiene mucha lógica excepto, según parece, para Trump y su
gobierno. Dentro de la ciudadanía norteamericana no estoy muy seguro pues, como
lei recientemente, existe una indiferencia marcada del estadounidense a las
guerras. El hecho de que tantos encuestados respondan que "no saben"
sugiere que la mayoría de los estadounidenses simplemente no siguen lo que está
sucediendo con la guerra más larga de su país.
Tal
vez les asista la razon pues las victimas norteamericanas suelen ser bajas y no
conocen el verdadero costo de las guerras de Washington. Por ejemplo, USA ha
perdido 2,400 soldados y ha habido
25,000 víctimas afgana en los 16 años y el
gasto después del 9/11 fue de varios trillones de dólares y pocos lo saben. En
general el pueblo opta por no participar, apoyan a las tropas pero la
responsabilidad es del Comandante en Jefe. Han exagerado el terrorismo, que si
bien no es trivial, hay otras amenazas peores como el cambio climático y el
problema del opio es mayor que el radicalismo islámico. Otro detalle es que el
ciudadano norteamericano siempre está muy ocupado, viven en continuas
multitareas y estar sobrecargados es casi obligatorio. Hay mucha apatía. La
indiferencia colectiva a la guerra se ha convertido en un emblema de la Norte
America contemporánea. A nadie le quita el sueño.
Durante
la campaña electoral, Trump prometió no involucrar a Estados Unidos en las
guerras que no podía ganar. Pero como presidente, Trump ha invertido el rumbo,
siguiendo en cambio el camino de sus predecesores, los presidentes George W.
Bush y Barack Obama.
La
guerra en Afganistán comenzó después de los ataques terroristas del 11 de septiembre
de 2001 en Nueva York y Washington, DC, con la promesa de venganza dirigida a
los talibanes, anfitriones de Al Qaeda y Osama bin Laden. Pero esa
justificación original -todavía moralmente cuestionable ahora como entonces- se
ha perdido en medio de la retórica abierta de "combatir el
terrorismo". Y parece no tener fin.
Por
la prensa nos hemos enterado que Trump piensa enviar 4,000 tropas para reforzar
las 8,500 actuales y que las tropas estadounidenses permanecerán en Afganistán
por lo menos una década más. Lo que no hemos visto es que se haya pedido
justificar ese incremento ni la permanencia por otra década, sobre todo, cuando
los primeros 16 años parecen haber dado poco beneficio. Le deja a uno la
impresión que la guerra continua porque aparentemente no tienen ni idea de cómo
ni por qué terminarla. No se conoce la estrategia de guerra más allá de lo
hecho hasta ahora: entrenar, apoyar y aconsejar a las fuerzas afganas mientras
lanzan bombas y realizan incursiones en paralelo. Si esa estrategia no ha
funcionado durante 16 años, ¿Por qué funcionaría ahora? Tiene más visos de un pequeño
cambio táctico y pareciera que la estrategia, más amplia, es manejada por los
señores de la guerra corruptos respaldados por Estados Unidos en el gobierno y las
tropas estadounidenses en tierra.
La estrategia pareciera
fundamentarse en la ubicación geográfica de Afganistán para mantener a sus
rivales como Rusia, India, China e Irán bajo control. . La realidad puede ser
que a Estados Unidos le convenga mantener una fuerza residual en Afganistán,
pero no escalar, como planea hacer Trump. En ese sentido la guerra estaría
logrando su objetivo pero a un costo humano y financiero muy alto. Las Naciones
Unidas reportaron un aumento del 43 por ciento en las víctimas de ataques
aéreos tanto de las fuerzas estadounidenses como afganas y el costo se estima
alcanzara los $12,5 mil millones La excusa del terrorismo no convence ya a
nadie pues ha sido un fracaso, más bien ha originado que los talibanes ganen
fuerza y lo que sí ha aumentado es la corrupción y la entrada en escena de
nuevas formaciones fundamentalistas.
El Departamento de Defensa de
los Estados Unidos cuenta con hasta 20 grupos terroristas activos en
Afganistán. Además, el aumento de la red Haqqani dentro de los talibanes (su
número dos es ahora Sirajuddin Haqqani) es preocupante debido a los lazos de la
red con los grupos terroristas internacionales. Además, el Estado Islámico en
la provincia de Khorasan (ISKP) ha surgido en los últimos años y ha ejecutado
brutales ataques terroristas. ISKP es un rival para los talibanes, y
posiblemente podría llevar a cabo más ataques si tuviera una mayor libertad de
operación en Afganistán. Esta lucha nueva contra el terrorismo pudiera
justificar la permanencia norteamericana en Afganistán.
Otro
aspecto de la guerra en Afganistán -que ha colocado una enorme carga sobre los
civiles, pero que rara vez recibe cobertura mediática- es el gobierno local respaldado
por Estados Unidos. El gobierno yihadista de Afganistán todavía está en el
poder, y está disfrutando del pleno apoyo de los Estados Unidos. Recientemente,
por ejemplo, Gulbuddin Hekmatyar, uno de los señores de la guerra más infames,
sangrientos y criminales de las últimas tres décadas, fue recibido nuevamente
por los Estados Unidos. Y la prensa lo ha confirmado. Este tipo de respaldo a
caudillos y criminales fundamentalistas, ideológicamente similares a los
talibanes y Al Qaeda, data desde la Guerra Fría hasta el presente. La prensa ha
reportado que hay muchas batallas, libradas al margen de la justicia, con poca supervisión ni registros en el Pentágono
sobre las cuales no hay rendición de cuentas ni ningún tipo de responsabilidad.
La
guerra de Afganistán tiene dos dolientes principales. Por una parte, el costo
financiero para el contribuyente estadounidense es enorme y, mientras su costo
total se estima llegará a $12,5 mil millones, hay congresistas luchando para
encontrar dinero para el popular Programa de Seguro de Salud Infantil y Trump
insiste en eliminar y reemplazar el Obamacare que beneficia más de 30 millones
y afecta, sobre todo, a desvalidos, ancianos y niños. En la otra cara de la
moneda, los afganos comunes, cansados de la intromisión y destrucción
norteamericana, los odian y están
desesperados porque se vayan pues mucha gente se ve afectada por los ataques
con aviones no tripulados y ataques aéreos e incursiones nocturnas o patrullas,
y ven al gobierno afgano como lacayos de los ocupantes y consideran que su
gobierno es inepto, corrupto, brutal o los tres. Algo anda muy mal internamente en Afganistán que EE UU no puede
resolver solo.
No
hay que olvidar, sin embargo, que su presencia y el programa de aviones no
tripulados de los Estados Unidos son los que impiden a los talibanes albergar
los entrenamientos a gran escala que permitieron que Al Qaeda y otros grupos
florecieran en la era anterior al 11 de septiembre. Esto permite que las
fuerzas locales luchen e interrumpan en los sitios controlados por los
talibanes mientras los Estados Unidos hacen redadas u operaciones especiales.
Dejando de lado el tema de los talibanes o el control ISKP, Estados Unidos
también usa Afganistán como base para los ataques con aviones no tripulados en
Pakistán. Gran parte del programa de aviones no tripulados depende de aliados
en el terreno.
Otra contrapartida, a favor de
la permanencia, es que la retirada de los Estados Unidos aumentaría la moral de
los yihadistas pues fue donde vencieron a la Unión Soviética durante la guerra
en 1979-89, y una victoria sobre otra superpotencia les proporcionaría un
tremendo impulso psicológico. Esto podría ayudarlos a mejorar su reclutamiento y
recaudación de fondos. Los aliados estadounidenses también estarían
desanimados, al ver a los Estados Unidos abandonar la región a pesar de años de
sacrificio. Finalmente, una retirada de los Estados Unidos envalentonaría a los
generales de Pakistán, convenciéndolos (correctamente) de que apoyar a los militantes
de manera encubierta contra sus enemigos es una estrategia ganadora y que
deberían seguir usando contra la India.
También, la presencia de EE UU
ha traído beneficios internos en el país. La educación primaria y secundaria ha
aumentado desde que salieron los talibanes y la esperanza de vida paso de 56 a
60 en el periodo 2004-2010 aparte de los derechos de las mujeres, la tolerancia
religiosa, la educación para niñas y los valores democráticos liberales
generales, a los cuales se oponían los talibanes. Por la otra parte, es
lamentable el sacrificio de vidas humanas, de ambas partes, y el costo inmenso
durante los últimos 16 años. Washington puede posponer la derrota, quizás, o al
menos frenar el impulso de los talibanes, pero la historia sugiere que es improbable
una victoria completa.
Los afganos deben pensar que la
estrategia de permanencia en Asia Central y contra el terrorismo de EE UU no va
a cambiar bajo Trump ni ningún otro presidente durante muchos años. Una guerra
sin fin. A menos que algo cambie,
pasarán otros 10 años, mientras los estadounidenses permanecen ciegos a las
razones de la guerra y los afganos continúan pagando el precio de esa
ignorancia.
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