Luis Alberto Machado: "Todos podemos ser más inteligentes" (Cortesía Luis Alberto Machado Sanz)
Luis Alberto Machado: "Todos podemos ser más
inteligentes"
Una
de las decisiones más inoportunas tomadas por Jaime Lusinchi al asumir la
presidencia de la República en 1984 fue la eliminación del Ministerio de Estado
para el Desarrollo de la Inteligencia, creado con determinación audaz e
inteligente por su antecesor Luis Herrera Campins, basado en las propuestas del
abogado y poeta Luis Alberto Machado, su compañero socialcristiano.
Eso
ocurre con frecuencia en nuestra administración pública cuando cambian los
gobiernos y muchas veces hasta por revanchismo, egoísmo, envidia y todas esas
cosas feas de los humanos, interesantes proyectos u obras se echan a un lado y
así ocurrió con esta idea de Herrera con los postulados de transformación de la
mente de los venezolanos con las propuestas de Machado.
Nacido
el 21 de enero de 1932 –hace pocos días se cumplieron 86 años de su venida al
mundo– en 1975 este caraqueño publicó su libro “La revolución de la
Inteligencia” (Editorial Seix Barral, Barcelona, España) y de inmediato se
inició una serie de comentarios –algunos de burla, por fortuna los menos– en
atención a sus planteamientos y postulados generando una interesante discusión
sobre las posibilidades que tenemos todos los seres humanos de lograr con el
potencial propio avances muy importantes para desarrollar talento y hasta
llegar a la genialidad, tanto en el aspecto de la inteligencia abstracta
tradicional como en el aspecto artístico. Enlace
https://larevoluciondelainteligencia.jimdo.com/
Este
detalle marcó un hito muy importante en Venezuela al ser aplicados los revolucionarios
planteamientos de Machado por el presidente Herrera quien al inaugurar su
período de gobierno (1979-1984) creó el despacho y tan reconocido que en su
mensaje al Congreso en 1981, el mandatario expresó que "por primera vez en
la historia se ha otorgado al desarrollo de la inteligencia de todos los
hombres el carácter de asunto de Estado, de problema de Gobierno, de una
decisión política de clara y precisa orientación democrática, porque se trata
de desarrollar al pueblo y, en especial a los pobres, lo que traerá
necesariamente un cambio radical y definitivo de todas las estructuras”.
Se
comenzó entonces a hablar de la democratización de la inteligencia con la
aplicación del programa de enseñar a pensar en las escuelas venezolanas dando
especial impulso a una nueva forma de educación.
Inolvidable
el concierto del 12 de octubre de 1979 en el teatro Teresa Carreño con
asistencia del presidente Herrera Campins, bajo el patrocinio del Ministerio
del Desarrollo de la Inteligencia, de los niños indígenas pemón quienes en dos
meses aprendieron a tocar violín, a través del método Suzuki, bajo la
coordinación del Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles, importante
institución creada por el maestro José Antonio Abreu, quien ya aplicaba los
principios de enseñar música a los niños sin tener ningún conocimiento
orquestal.
Durante
los cinco años del novedoso ministerio se ejecutaron diversos proyectos siendo
uno de los más conocidos el entrenamiento a 150 mil madres en técnicas de
estimulación precoz, con el fin de potenciar al máximo el desarrollo
intelectual y afectivo de sus hijos, incluso con programas desde el propio
embarazo.
Varios
países tienen sus propias versiones de programas para el desarrollo de la
inteligencia basados en los principios propuestos por Machado, entre ellos
México, Israel y China, este último lo propuso por estos trabajos al Premio
Nobel de la Paz en 1982. En Sudáfrica el presidente Nelson Mandela aplicó
programas de estímulo a los niños que sufrieron el “apartheid” para elevar su
autoestima y creatividad.
Si
los gobiernos subsiguientes de Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera, además de
Lusinchi, hubiesen mantenido este singular despacho de la inteligencia quizás
no tuviésemos los niveles de atraso que hoy vive el país, sin menospreciar que
pese a todo tenemos una juventud muy bien preparada en lamentable migración a
otras latitudes al no tener condiciones de futuro en su propio país.
Cortesía Luis Alberto
Machado Sanz
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