SOS Venezuela (V): Boicot electoral, unidad nacional y apoyo internacional Gustavo Gonzalez Urdaneta


SOS Venezuela (V): Boicot electoral, unidad nacional y apoyo internacional
Gustavo Gonzalez Urdaneta
Miami, 12 marzo 2018

El boicot electoral es una herramienta común que los partidos políticos de oposición solían utilizar, especialmente después del final de la Guerra Fría. Con el aumento de las nuevas democracias en Europa del Este, América Latina y África, un aumento en las elecciones impugnadas también se unió a un aumento en las decisiones de boicot. Mientras que solo el 4% de todas las elecciones en todo el mundo fueron boicoteadas en 1989, ese número aumentó al 15% en 2002. En la década de 1995-2004, se boicoteó un promedio de casi 10 elecciones por año. Aunque los números han disminuido desde 2004, posiblemente asociado al bajo éxito del esfuerzo, los boicots permanecen firmemente en el radar de los partidos de oposición que planifican estrategias electorales.

El boicot electoral que el Frente Amplio Venezuela Libre (FAVL) está llamando es una desobediencia civil no violenta, un acto de dignidad y de fuerza moral frente al envilecimiento que el gobierno y el CNE han hecho de la vía electoral. El boicot está más que justificado dadas las condiciones bajo las cuales se decretó el fraude electoral anunciado para el 20 de mayo. Con el rescate de la unidad nacional se garantizaría el no reconocimiento mayoritario del resultado – pueblo venezolano y comunidad internacional - y el FAVL debe ejecutar una estrategia de resistencia civil no violenta para que el boicot tenga éxito. La marcha de hoy va en ese sentido tratándose de solicitar a la ONU que no valide la elección.  

Hay tres puntos mencionados en el informe del Brookings Institute, sobre 171 casos de boicot electoral en todo el mundo, que es oportuno destacar para el caso del boicot venezolano. Primero, que los gobiernos no ganan las elecciones durante períodos de hiperinflación, segundo,  que, con la excepción de casos de alto perfil, las partes que boicotean reciben poco apoyo de la comunidad internacional  y, tercero, que los boicots electorales casi nunca funcionan porque las fuerzas de la oposición han perdido terreno y competencia electoral, permitiendo que los gobernantes consoliden el poder. Este debe ser el objetivo básico del FAVL, recuperar la unidad que se habia logrado durante el periodo 2015-2017.

Una unidad lograda con el valor y el sacrifico de miles de venezolanos en esta lucha: los centenares de jóvenes asesinados en protestas; el de los dirigentes políticos presos, torturados, apaleados o desterrados; y el de los ciudadanos comunes perseguidos y acosados. Lamentablemente el país ha cambiado drásticamente en esos dos años.

 Le toca al FAVL recuperar la Unidad, con mayúscula, en un país donde se han perdido los valores  espirituales y morales y la gente anhela  lo que no tiene, y eso que no tiene se llama libertad. Un país donde caminar y hablar son prácticamente las únicas libertades que se tienen. Un país gobernado por la improvisación y controlado por un régimen cuyo único objetivo es controlar las necesidades del ciudadano de a pie. Un país que perdió la institucionalidad y se violan a diario los derechos humanos,  donde el ciudadano depende del Estado y donde la mayoría anda en un limbo sin ninguna guía. Le toca al FAVL rescatar la unidad de la sociedad civil haciendo que su dignidad y libertad sean su primera prioridad.

Según la comisión de finanzas de la asamblea nacional, la inflación acumulada en el 2017 cerró en 2,616% en Venezuela; 50 países de la comunidad internacional no reconocerán los resultados de la elección de mayo y de acuerdo a la encuesta de Meganalisis de febrero-marzo, el 79.5% quiere que Maduro se vaya de Miraflores, el 80.2% no está de acuerdo en su reelección y el 80.7% no creería los resultados del CNE. Adicionalmente, el mayor impacto a la fecha en la resolución de la crisis son las sanciones económicas impuestas por la comunidad internacional. Creo que el caso Venezuela no forma parte de la mayoría de los casos infructuosos del informe Brookings sino más bien del pequeño número de casos, de alto perfil, que han tenido éxito y a aquellos que se han enfrentado a regímenes autoritarios.

De los 171 casos examinados en el estudio de Brookings, una minoría menor (aproximadamente 4%) dió resultados positivos para las partes promotoras del boicot. Estos casos se dividen en dos categorías muy diferentes: casos en los que el partido de la oposición había tenido un apoyo bastante popular y el boicot fue solo una parte de una gran campaña de oposición, que dio lugar a protestas callejeras, huelgas y disturbios civiles de otras formas, y casos en que las leyes electorales requerían pasar a los quórums. Se deduce que es posible esperar que el patrón de boicots infructuosos se rompa si la presión internacional pueda intensificarse hasta el punto de tener un efecto significativo y se den igualmente lo que en gerencia llaman “victorias tempranas de éxito”.

En el 2000, después de años de gobernar el Perú y socavar las instituciones democráticas, el presidente Alberto Fujimori finalmente se encontró con el carismático líder opositor Alejandro Toledo. A pesar de ser líder en las encuestas, Toledo perdió ante Fujimori en la primera ronda de una elección empañada por reclamos de fraude masivo. Como Fujimori no cruzó el umbral del 50%, se requirió una segunda vuelta, pero Toledo eligió boicotear para protestar contra la primera ronda fraudulenta y la falta de objetividad de la comisión electoral. Sin oposición, Fujimori triunfó fácilmente en la segunda vuelta, pero Toledo afirmó que "el presidente puede declararse el ganador, pero su gobierno carecerá de credibilidad y legitimidad".

Toledo aprovechó la rabia ante el fraude de Fujimori para organizar masivas manifestaciones pacíficas en protesta por los resultados electorales. La comunidad internacional, encabezada por la Organización de Estados Americanos (OEA), también desempeñó un papel de apoyo en este caso al negarse a validar las elecciones de Fujimori y encabezar una misión de observación electoral. La presión continua condujo a la repentina decisión de Fujimori de renunciar seis meses después bajo acusaciones de corrupción. En nuevas elecciones en 2001, Toledo derrotó a Alan García y se convirtió en el nuevo presidente peruano. El boicot fue solo una pieza del rompecabezas; la capacidad de movilizar un fuerte apoyo antigubernamental y el apoyo de la OEA fueron los factores claves en el eventual cambio de régimen.    
  
Le doy el beneficio de la duda al FAVL en cuanto a que realmente representen y usaran la sinergia de toda la sociedad civil. Si les adelanto que no es racional, y si muy ingenuo, pensar que el Presidente renuncie, convénzanse que a este gobierno no se le saca sino por la fuerza y el Frente debe estar comprometido a ese logro como sea. A la sociedad civil le pediría que le dé un chance al Frente ante la dictadura, no lo etiquetemos como instrumento de los intereses personales que han prevalecido en muchos actores ni sacando a relucir viejas facturas.
Para el Frente Amplio Venezuela Libre, que enfrenta al régimen dictatorial de Maduro, la opción elegida de boicotear, negando la validez del resultado electoral, equivale a plantarse con 16 puntos en el blackjack  y usar el rescate de la unidad nacional, las protestas, las sanciones y el apoyo de la comunidad internacional como victorias tempranas para sacar a Maduro y sus adláteres del gobierno y recuperar la democracia usurpada.



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